PREGUNTAS.

Muchos de nuestros problemas se originan en las preguntas que nos hacemos.

Nos torturamos queriendo adivinar el futuro, qué pasará, cuál es la elección correcta/mejor, qué he de hacer para que esto salga bien... y ya hablé en otra ocasión de los porqué...

Ya tenemos bastante con estar viviendo una situación que nos duele, y, además, añadimos toda esta ansiedad provocada por no tener respuesta a las preguntas que nos hacemos.

¿Qué he hecho para acabar así? ¿Qué tendría que haber cambiado? Está bien reflexionar sobre nosotros mismos, pero de nada sirve si nos quedamos ahí, en la mente.

Si te fijas, estoy casi seguro que, mirado desde otro punto de vista, esas preguntas que te atormentan solo se podrían contestar con una bola de cristal. No hacemos preguntas, ¡queremos adivinar el futuro!

Un ejemplo de esto es cuando estamos conociendo a alguien: revisamos las conversaciones una y otra vez y nos preguntamos si querrá decir esto o aquello, para actuar "de un modo lógico que nos lleve al éxito".

Pues bien, el éxito es hacerse las preguntas correctas y tan solo estar ahí... si das tiempo, si no contestas rápidamente, si permites ir más allá de tu mente, obtendrás valiosas respuestas.

- ¿Qué siento? Céntrate sobre todo en tu cuerpo, y tu corazón... y, vale va, también en tu mente... No elabores... sé simple.

- ¿Qué necesito? ¡Ojo! ¡qué necesito de mi! No te sirve decir: que "no se quién haga no se menos". No, qué necesitas, de verdad. Nuevamente, date tiempo. Lo que necesitas, generalmente, no es lo que pides con facilidad ante un problema.

- ¿Qué depende de mí? Y solo de mí... haz lo que dependa de ti, suelta el resultado. Es así, no hay más. La vida está por encima de nosotros, y no podemos todo. No todo se consigue. Pero sí se puede conseguir hacer lo que está en tu mano... y ya, respira y siéntete orgullos@ de haber hecho lo que podías.

Pruébalo (varias veces y con amor, date tiempo) y me dices.

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