Las mochilas invisibles

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¡Hola! ¿Qué tal va todo? Espero que bien.

Aquí estoy de nuevo escribiendo cosas sobre la vida, o debería decir mi vida, porque de un modo u otro todo lo que escribo es porque lo he experimentado en mí, lo he experimentado en otros, o de algún modo lo he vivido, me he relacionado o he tenido contacto con ello.

Tal y como hago en algunas ocasiones te dejo una playlist por si te apetece escucharla mientras lees.

 

Hoy quiero hablar de algo más etéreo, algo menos tangible. Las mochilas que a veces llevamos y son invisibles. Mochilas, asuntos inconcretos, cuestiones que no sabemos bien qué son, pero nos impiden avanzar. Hay días en los que te levantas de repente sin energía, sin más, y en algún momento del día, sin más, esa sensación se va y todo vuelve a la normalidad. No hay una explicación única en la que crea sobre el origen de esas sensaciones, o de esas mochilas. Creo que pueden tener su origen en diferentes “lugares”. Creo que hay mucho que desconocemos de la vida y de los seres humanos y por tanto las posibilidades del origen de dichas cuestiones pueden ser varias, por no decir infinitas.

 

Generalmente, y más hoy en día, no nos acordamos de que la ciencia aún no tiene explicaciones para todo, que día a día se descubren nuevas cosas y se desechan antiguos conocimientos y conclusiones y que, en muchas ocasiones, cuando no tenemos una explicación racional o científica para algo, directamente decimos que no existe o no puede ser. Lo cual tampoco implica que tenga que existir. Sin embargo, las cosas que sentimos, son reales, es decir para nosotros esa sensación existe. Igualmente, hay cosas que dentro de nosotros sabemos que son ciertas, como si fueran “verdades universales,” y nada nos podría hacer cambiar de opinión. Por no hablar de las intuiciones, puedes ser más escéptico o no, pero no hay una explicación científica, o, mejor dicho, yo no la conozco, que expliquen las intuiciones y pocos dudamos que existen. ¿Qué me dices de cuando estás pensando en alguien y justo te llama o escribe? ¿Casualidad? ¿Siempre que ocurre es casualidad? 

 

No hace tanto que querían quemar a Galileo por decir que la tierra era redonda. Y ahora solo los terraplanistas lo ponen en duda, aunque la hemos visto desde el espacio.

No hace tanto que se pensaba que el átomo era una bolita sobre la que se movían otras bolitas más pequeñas siguiendo una órbita elíptica. Y resulta que las bolitas pequeñas no están en un sitio concreto, sino que hay un mapa de lugares más probables dónde pueden estar, y que la materia en sí no existe, sino que son estados vibracionales de energía. Esto, desde nuestra capacidad “normal humana” es bastante incomprensible… lo que vemos, tocamos y sentimos no existe, sólo es energía vibrando… en fin...

 

Otra posibilidad es agarrarse a alguna explicación esotérica y así explicar todo. Al final tanto la ciencia como cualquier explicación esotérica adolecen de lo mismo, de querer dar una explicación completa a algo, o a todo. La vida es mucho más grande que todo como para poder dar una explicación completa.

 

Yo, cada vez creo más en que hay cosas que aún no las podemos explicar, sin más, y que, incluso explicándolas, no sabemos “el todo”, y sobre todo desde la parte racional. Sé que leyendo esto podrás pensar que hay cosas explicadas, y te diré que por supuesto, que hay muchas cosas que sí comprendemos y sabemos, pero creo que hay muchas que creemos comprender y conocer y realmente sólo conocemos parte, y muchas otras que ni nos acercamos a su comprensión.

 

En cualquier caso, mi intención es escribir sobre esas sensaciones tan poco concretas, que podemos definir a través de cómo nos sentimos físicamente, pero no podemos darle un nombre. Esos días en los que no estás triste, pero no estás bien. No estás cansado, pero no tienes energía. Y, te haces un análisis, pensando que puedes tener algún déficit de alguna sustancia y todo es correcto… entonces ¿no me pasa nada?



Estas sensaciones quizá pueden venir de asuntos que te están haciendo daño y no eres capaz de relacionar. A lo mejor te sientes mal porque no quieres estar en un lugar, por ejemplo, un trabajo, pero lo tienes tan normalizado que sigues ahí, y tu cuerpo dice basta, y no relacionas que es por ese motivo. No hablo de los casos en los que sientes estrés y eres consciente de ello.

Quizá hay una decisión que quieres tomar y sabes que es lo mejor para ti, pero está en contra de algunos de tus valores. Esos conflictos, inevitablemente crean desequilibrios energéticos que nos hacen estar más vulnerables. ¿Quizá más vulnerables y permeables a la energía y pensamientos de otros? Quizá, yo no lo descarto. Pero no sé cómo sucede. 

Además, esos conflictos los somatizamos en el cuerpo. Así el cuerpo nos dice “¡eh! ¡Hay algo sobre lo que has de poner la atención!”. Hay algunas pistas básicas a seguir en estos casos, que, como pistas que son, pueden llevarnos a dar con el quid de la cuestión… o no, como ocualquier pista. A saber, a veces un dolor “crónico” en el brazo, sobre todo en el codo, puede significar que estás en lucha con alguien (los codos se usan para apartar lo que no quieres de tu lado) y también suele estar relacionado con la desvalorización (necesito sacar los codos para mantener mi lugar). Otras veces, por ejemplo, el dolor de rodillas nos puede indicar que estamos acatando algo que no toleramos (no quiero hincar la rodilla ante ti). Por ejemplo, cuando tenemos un jefe que no valoramos o incluso pensamos que lo haríamos mejor que él y sin embargo hemos de acatar sus órdenes. Otras veces sufrimos problemas de visión porque hay algo que no queremos ver

La simbología del cuerpo es infinita y tan sólo uno mismo puede descubrir cuál es su propio significado. Y no siempre se descubre, pues puede haber diferentes factores que estén influyendo simultáneamente

 

Pero ¿qué hay de esa mochila invisible? Esa mochila invisible a veces se llena, como he comentado ya, porque estamos más débiles y hacemos huecos para que las energías de otros se nos cuelguen a la espalda. Otras veces, parte del equipaje de la mochila ya nos llega al nacer y viene de nuestra familia, de nuestros antepasados. Otras veces, somos nosotros quien, sin darnos cuenta, hemos metido en ella algo. Y ¿qué sucede cuando tenemos esa mochila llena? Pueden ser varias las formas en que se manifiesta y la sentimos… la falta de energía antes mencionada, tendencias repetidas a la hora de actuar en nuestra vida (elegir trabajos, parejas, etc. similares una y otra vez). Quizá si te paras a pensar puedas observar que el ambiente de los lugares de trabajo en los que has estado se parecen y “siempre tienes los mismo problemas”. Quizá puedas ver que todas tus relaciones se desenvuelven del mismo modo o muy parecido.

Quizá sientas una desazón que no sepas qué es, pero notas que no puedes avanzar.

 

Y ¿qué podemos hacer en estos casos? No hay una receta en concreto. O al menos, yo no la sé. Pero sí podemos hacer algunas cosas que seguro no nos perjudicarán.

Meditar, hacer deporte, aceptar que estamos así, acudir a terapia, hacer una constelación familiar, atendernos... Desde luego somos nosotros quienes podemos acceder a la respuesta de solución. Tan sólo dedicándonos tiempo y sin exigirnos, lo cual no significa que sean otros quienes nos han de resolver el problema, sino siendo pacientes, pero trabajando en nosotros mismos, antes o después nos llegará una idea, una pista que puede que no tenga mucho que ver con el problema, o eso creamos. Esas ideas que en los momentos de relajación y paz nos llegan: “he de dejar mi trabajo”, “he de hacer no sé qué”, “sería mejor si viviera en otro lugar”, “he de cuidarme más”, esas son las pistas por dónde hemos de ir. Se trata de estar atentos a esos pensamientos fugaces que surgen de la nada cuando no estamos buscando. Ahí están las pistas. Es la información, que, al no estar luchando, permitimos el acceso a ella. Como lo que hablábamos de la intuición. La información está disponible, tan sólo hemos de acceder al estado en el que permitamos “sintonizar la emisora adecuada”. Y escribo “tan sólo”, aunque sé de la dificultad que hay en hacerlo. Por eso la constancia en el cuidado personal de nuestro cuerpo, mente y alma, es vital.

 

Y esto es todo lo que he escrito por hoy. ¡Hasta pronto!

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